LA
ERMITA DE LA VIRGEN DEL PRADO
(hoy Basílica) HISTORIA Aunque
la jerarquía eclesiástica ha decidido conceder la categoría de basílica a
nuestra ermita, en el alma popular talaverana el antiquísimo y emblemático
templo sigue identificándose con el más entrañable nombre de “la Ermita”
o “la Virgen”. Primero
debemos situarla: a las afueras de la ciudad, rodeada de prados y alamedas hasta
que el crecimiento urbanístisco la envolvió. Se localiza muy cerca del río
Tajo y del arroyo Papacochinos. próxima a una vía de comunicación principal
como es la calzada romana que unía Toletum con Emérita Augusta, en un entorno
natural fresco, por donde discurría una antigua cañada ganadera y cerca del
lugar donde se realizaban las transacciones de ganado en el tradicional mercado
talaverano. El sitio reúne todos los ingredientes del “locus amoenus”, ese
tipo de parajes con cierto aura de magia y placidez natural, fértiles y
agradables, donde se solían situar las apariciones de la Virgen a los pastores
durante la Edad Media. La
vinculación de la ermita con las fiestas de toros añade un nuevo aspecto
arcaico a su atmósfera, pues no olvidemos que hasta 1963 se hallaba unido su
edificio al coso taurino. La fiesta de Las Mondas completa todo este conjunto de
circunstancias que nos sugieren, datos históricos aparte, que la ermita ha sido
desde antiguo lugar de culto, incluso mucho antes de la cristianización.
Algunas de las referencias documentales hunden sus raíces en la historia
fabulosa, aunque no dejan de aportar detalles sugestivos que debemos considerar.
La primera alusión a nuestra ermita procede del comentario de Julián Pérez, párroco
de Santa Justa de Toledo, sobre un viejo texto del siglo XI, «De
Heremitoris Hispanis, vrevio descriptio», donde, entre treinta y tres
ermitas, aparece la nuestra en décimo lugar. De este documento se deduciría
que fue el rey godo Liuva, que reinó desde el año 601, quien la habría
fundado «mostrándose agradecido a los servicios que Talavera había
hecho a su santo tío el rey Hermenegildo, deseando premiar tanta fidelidad y
celo católico con que le ayudaron contra los arrianos; ... determinó
premiar a esta villa enviándola la Sª y milagrosa
imagen de Nª Sª que
el príncipe de los apóstoles, San Pedro había traído a España, y al
presente se veneraba en Toledo... y
para que don tan precioso estuviese con la decencia que pedía su grandeza....
mandó que se derribase un templo que antiguamente había servido a dioses
falsos y que sobre sus ruinas se fabricase otro de nuevo, el cual era tan
magnifico y fuerte que, durando hasta los tiempos de Felipe
II, dijo entrando en esta ermita que era la Reina de las Ermitas.» Las
características artísticas de la imagen no hacen pensar en una antigüedad tal
que podamos remontamos tan atrás. Parece que el siglo XI, puede que el X, se
ajuste mejor a la verdadera fecha en que podemos datar la pequeña talla de
madera de cedro venerada por los creyentes talaveranos. Es
también el párroco de San Justo de Toledo quien nos da la primera referencia
escrita sobre cómo la ermita se levantó sobre un antiguo templo romano, o tal
vez anterior, en el que se daba culto a deidades
como Pales y Ceres, dos diosas protectoras de la agricultura y la ganadería
respectivamente. No olvidemos la importante vinculación histórica de Talavera
y su alfoz con las formas de vida agropecuarias. El padre Portocarrero se refería
así, en su biografia de San Ildefonso, al culto a la diosa Pales en Talavera: «Por
respeto de la diosa Pales que estaba en aquel templo, los pastores que
apacentaban su ganado en su comarca, que es muy a propósito para la cría de
reses maiores y menores, por los fértiles y gruesos pastos que alcanzan, se
juntaban en la primavera a honrar a esta diosa, haciendo fiestas todos los
ganaderos con fuegos, luchas y apuestas; componían eglogas, cantaban, corrían
y saltaban; traían dones cantando en su honor versos pastoriles.» Ceres
es la diosa romana que enseñó a los humanos a cultivar la tierra y sembrar el
trigo. Sus representaciones la muestran con un haz de espigas o bien con un
cesto o un tocado de frutos del campo. Su hija Proserpina fue raptada por Plutón,
dios de los infiernos. Recorrió Ceres toda la tierra buscando a su bella hija y
debido a su irritación y tristeza se perdieron las cosechas de los hombres.
Intercede Júpiter. padre de Proserpina y a su vez hermano de Ceres,
consiguiendo que, salvo durante los cuatro meses de invierno en que la
naturaleza permanece dormida, su hija volviera como Ceres Eleusina, llamada así
porque durante su búsqueda paró en Eleusis, ciudad donde sus habitantes
instituyeron las fiestas iniciáticas de la Cerealia. Dice Francisco de Soto que
en estas fiestas. «...las virgenes y matronas se adornaban de vestiduras
blancas y limpias, coronábanse de pámpanos y hojas de encina, llevando en la
cabeza cestas y dentro de ellas llevaban todos los misterios simbólicos y
secretos que sus sacerdotes enseñaban, llevaban también teas, velas, lámparas
y hachas encendidas en memoria de las que encendió Ceres para buscar a su
hija... y en alta voz iban llamando a Proserpina y diciéndole
motes y donaires y dichos picantes; llevaban también dos grandes cestas
cubiertas de flores la una que significaba la primavera , y
la otra de espigas que significaba el estío.» De
estas dos fiestas paganas parece que descienden directamente Las Mondas que,
cristianizadas más tarde, se celebraron en honor de los Desposorios de la
Virgen en nuestra ermita del Prado. En
los tiempos posteriores a la toma de la ciudad por los cristianos, el primer
documento que confirma su existencia se remonta a 1210, cuando el arzobispo Ximénez
de Rada visita la ciudad reclutando tropas para enviarlas a las cruzadas. En el
escrito se hace referencia a una reconstrucción del templo. También conocemos
otra alusión a la ermita en 1272, en tiempos del Infante de D. Sancho, hijo de
Alfonso X. En el año de 1399, el arzobispo Tenorio dona tres aceñas o molinos
situados en el Tajo al monasterio de los jerónimos fundado por él, con la
condición de que entregaran cada año diez cahíces de trigo a la ermita. En 1480 el arzobispo Alonso Carrillo anexiona sus ermitas a la colegial
de Alcalá, entre ellas la del Prado, pero un documento que todavía se conserva
nos relata cómo el prelado debe dar marcha atrás ya que En
1532, Carlos V confirma los privilegios de la ermita
cuando anula las penas impuestas por el vicario a algunos feligreses que
quisieron mantener la independencia y patronazgo civil de la misma que,
significativamente, nunca había sido visitada por vicario o arcediano, lo que
es tanto como decir que no había sido manifestada expresamente la autoridad
absoluta de la iglesia sobre la ermita del Prado, como el vicario de la época
pretendía. Ya me he referido a que los antiguos
historiadores talaveranos recogían la tradición de que Felipe II consideraba a
la nuestra “la Reina de las Ermitas”. Durante su reinado bendice el templo,
cementerio y campana el obispo de Dragonera, D. Luis Suárez, después de
haberse acometido algunas reformas del edificio. Asimismo, las Relaciones de los
pueblos del reino, ordenadas recopilar por el monarca, nos cuentan en la
correspondiente a Talavera que «Las
ermitas que esta villa tiene son la de Nuestra Señora del Prado, que es la más principal de ella, e aun de todos estos reinos en su edificio
que es muy suntuoso, tienes mucha devoción a la Imagen de Nuestra Señora que está en ella, Ansi
por los vecinos Della como de los pueblos y lugares comarcanos por muchos milagros que ha hecho y Ansi
en tempo de necesidad de aguas.» Ese edificio, que en 1570 bendice el obispo de Dragonera, era una construcción de dimensiones
mucho más reducidas que el actual, y según el historiador dc la
ermita Ángel Ballesteros, llegaría solamente hasta el lugar en que actualmente
se encuentran las rejas. El altar mayor estará situado sobre el antiguo
cementerio que, al igual que el hospital y la plaza de toros, se encontraban
adosados al edificio. Una antigua torre mudejar del siglo XIII se abría situado
en el lado del evangelio de la actual capilla mayor. Durante las obras de esta
reforma se produjeron varios incidentes que fueron considerados milagrosos por
los talaveranos de la época. En 1649 se hacen nuevas reformas, principalmente
la de la capilla mayor que se modifica según traza de Fray Lorenzo de San Nicolás,
como consta en el libro de acuerdos correspondiente a ese año que se guarda en
el archivo municipal. El historiador Cosme Gomes de Tejada nos
relata los fastos de aquella remodelación: «En
el año pasado. de 1649, a 29 de Junio día
de San Pedro, un año antes que esto se escribiese, estando
abiertas las zanjas de una magnífica y suntuosa capilla proporcionada a la
grandeza y cuerpo de la Iglesia, se ordenó una procesión general saliendo
de la saliendo
de la Colegial
con
grande devoción y llegando al sitio
destinado, el deán bendijo las zanjas y
piedra
funda-
mental ... conforme al ritual y no teniendo un real para la fábrica, sólo la devoción y limosnas.Intenta esta villa un edificio de más costa de veintemil ducados y no ha de
tardar mucho en (continuará
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